Palacio Legislativo 07-05-2013 (Notilegis).- La presidenta de la Comisión de Igualdad y Género, Martha Lucía Mícher Camarena (PRD), reprobó que el arzobispo de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, Fabio Martínez Casilla, haya dicho que el aborto es peor que la violación de un niño por un sacerdote.

Ese comentario justifica la pederastia y criminaliza a las mujeres que se ven obligadas a abortar; lo que demuestra su “falta de piedad y misericordia hacia ellas, y su ignorancia de los preceptos católicos”, indicó la legisladora en un comunicado.

Dijo que “no se puede comparar el aborto con la pederastia. La pederastia no puede ser minimizada y las víctimas deben acceder a la justicia, y los sacerdotes que hayan cometido este crimen, deben ser sancionados. Las mujeres no deben seguir siendo criminalizadas”.

Martínez Casilla declaró a la prensa la semana pasada que "cuando un niño es abusado sexualmente se muere su futuro; sin embargo, este hecho no tiene comparación con el aborto, porque éste es un asesinato...entonces, cualitativamente es mucho más grave el aborto”.

La legisladora perredista le envió una carta al prelado en la que expresa su preocupación sobre su incongruencia con el Evangelio y la tradición católica, ya que –dijo- sus comentarios contravienen la normatividad interna.

Precisó que el Canon 1395 del Derecho Canónico califica como delito grave la pederastia y el Canon 1323 establece atenuantes para quienes abortan, como el ser menor de 16 años, hacerlo por necesidad o evitar un grave daño.

Mícher Camarena señaló que la violación de menores afecta el libre desarrollo de la personalidad, la libertad y el normal desarrollo psicosexual y la salud mental de miles de niñas, niños y adolecentes en el mundo entero.

“Especialmente en nuestro país, donde las víctimas siguen esperando justicia y los criminales no han sido detenidos, juzgados ni sentenciados”, subrayó.

La diputada perredista comentó que desde la década de los noventa se evidenció, en distintas partes del mundo, que cientos de clérigos llevaban años abusando de niñas y niños, y fueron protegidos por una parte de la alta jerarquía católica, que en lugar de castigarlos, los trasladó a otras parroquias.

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